miércoles, 14 de julio de 2010

Sospechoso negoció su entrega en St Thomas

St. Thomas - La Policía arrestó ayer a Steve Tyson, sospechoso de haber asesinado el lunes en una balacera a la aguadeña Lizmarie Pérez Chaparro, quien se encontraba en la vecina isla como parte de las vacaciones que disfrutaba en un crucero, y a otro joven de 18 años.

El sujeto negoció su entrega a través de un abogado y contra él se presentaron dos cargos de asesinato en primer grado, dos de agresión, uno de ley de armas y otro por negligencia peligrosa, según declaraciones escritas emitidas por el Departamento de la Policía.

La muerte de Pérez Chaparro ocurrió mientras salía de un acuario en el área conocida como Coki Point. Según las versiones iniciales del suceso, en un pequeñísimo cementerio vecino, de apenas una veintena de tumbas, se llevaba a cabo el entierro de un hombre asesinado el 29 de junio en un centro comercial vecino, cuando ocurrió un tiroteo entre bandas rivales. Una de las balas impactó a Pérez Chaparro en el costado, mientras iba junto a su familia en un típico autobús turístico de esta isla. En el incidente también fue asesinado Shahid Joseph, de 18 años, quien quedó tendido en medio del pavimento. Las autoridades encontraron su cadáver con un arma cargada en sus manos.

Poco después del incidente, y tras arrestar a tres personas, las autoridades locales publicaron la imagen del ahora detenido, declarándolo como sospechoso. El asistente del Comisionado de la Policía de las Islas Vírgenes estadounidenses, Raymond L. Hyndman, junto a miembros del Negociado de Investigaciones Criminales estuvieron en contacto con la familia de Tyson y ayudaron a su entrega a las autoridades. Tyson iba a ser detenido, sin fianza, hasta ser llevado al tribunal.

Los vecinos de Coki Point aún no se reponen de la tragedia que presenciaron el lunes, en esta idílica península bordeada de playas.

“Fue todo muy loco”, afirmó un lugareño que se identificó como Shaka, en referencia al tiroteo.

Según testigos, al menos se hicieron 20 detonaciones. Pérez Chaparro fue trasladada a un hospital vecino, pero no pudieron salvarla.

“Todavía no me puedo sacar de la cabeza lo ocurrido”, afirmó Shaka, visiblemente conmovido, al tiempo que otros en el corillo que le acompañaba asentían y reafirmaban sus palabras.

“Vinieron acá de vacaciones y ella perdió la vida. Es muy duro”, continuó el hombre, quien afirmó que poco antes de la tragedia había atendido a la familia boricua en su quiosco y les había vendido refrigerios.

“Aquí lo sentimos mucho. Perder a un familiar querido siempre es duro, y perderlo así en unas vacaciones todavía más”, continuó Shaka, mientras otro hombre repetía que lo ocurrido era “increíble” y que lo sentían mucho.

Molestia y pesar

“Esto no pasa en Coki Beach, eso fue cosa de las gangas”, insistió el pintoresco vendedor, ahora en tono molesto. “Aquí le damos la bienvenida a todos como hermanos y hermanas”.

“Estamos muy sentidos por lo que pasó, muy dolidos”, repitió Shaka.

“Queremos que en Puerto Rico lo sepan, nos ha dolido lo ocurrido. Le enviamos nuestras condolencias a su familia”.

El camino a Coki Point transcurre entre la típica maleza de costa caribeña y bordeado de gente amable que indica el rumbo. En algún punto, incluso es indicado por un letrero con una rana verde como las que se usa para identificar a los coquís boricuas. Al fondo, de camino, está el acuario Coral World, un sitio muy frecuentado por turistas entre otras cosas porque desde un observatorio se puede ver el fondo marino sin necesidad de zambullirse. A un lado, una hermosa y tranquila playa con botes anclados, al otro, otra playa no menos atractiva con algunos quioscos.

Allí una vendedora da la bienvenida y explica que la playa hacia el norte es “más fría y es el (Océano) Atlántico”, mientras que la que está a sus espaldas es “bien caliente y es el (Mar) Caribe”. Pero al preguntarle sobre el tiroteo, su semblante se puso sombrío y se le borró la sonrisa del rostro.

“Nosotros no somos así. No quiero que piensen que acá somos así. Eso fue un accidente bien lamentable”, dijo mientras buscaba la edición del martes del diario The Virgin Islands Daily News, para indicar que todo el incidente estaba explicado en detalles.

No más preguntas, la vendedora prefirió ni hablar más del tema.

El golpe de la matanza, además, estaba cobrando su cuota en lo que respecta a los asuntos económicos. Ayer, durante la visita que hizo El Nuevo Día al área, considerada la segunda playa más visitada de la isla, sus arenas estaban casi desiertas. Una patrulla atravesó la ruta en un par de ocasiones. El estacionamiento camino al acuario estaba medio vacío, y las guaguas no estaban llegando.

“Ahora todo esto nos va a afectar mucho”, dijo Shaka frente a la playa. En otros puntos de la isla, la noticia daba que hablar. Una vendedora frente al muelle donde atracan cruceros contaba horrorizada los hechos a un par de turistas que la miraron atónitos.

En un centro comercial, varios jóvenes comentaron el suceso con sorpresa, lamentado las muertes, especialmente la de la joven boricua.

Muchos vecinos trataron de eludir el tema, y cuando finalmente hablaron repetían lo mismo: “Es una tragedia”.

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